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Mi Capricho

Castellón

RESTAURANTE MEDITERRANEO (Grao - Castellón)

Nombre: Bar – Restaurante Mediterráneo

Dirección: Paseo de Buenavista, 49 – 12100 Grao (Castellón)

Teléfono: +34 964284609

Web: www.restaurantemediterraneocs.es  

Día: 13 de julio de 2013

Motivo: reunión de amiguetes.

Número de Personas: 4

Capacidad: 40 personas (a ojímetro)

Servicio: 7,50 Comida: 7,00 Nota media: 7.25

Precio Total: 147,05 € IVA INC Por Persona: 36,76 €

Comentario: Tranquilos españoles, que yo ya he vuelto! Y este país de mal comer se va a acabar! Seis meses sin escribir en el blog y mira como esta España, llena de MacDonals… si es qué no se os puede dejar solos!

Bueno, después de incontables eones de mal tiempo, he disfrutado del sol, el calor (asfixiante) del Mediterráneo; pasamos de unos amables 20 grados y lluvia en Francia a unos saludables 33 a la sombra, si Señor, eso es estilo y glamour! Aunque si el dueño del restaurante se entera de que digo que hacía calor ese día (después de una, parece ser traumática, experiencia en Madrid) igual se mosquea conmigo…

Empecemos por el principio, aparcar se puede, ya sea buscándote la vida en los alrededores o bien en el parking que hay al lado, pero es conveniente un sitio con sombra, aviso. Un día llegará el famoso TRAM, entonces desde Castellón será una delicia ir (y sobre todo volver).

El local, estética setentera total, una mezcle ecléctica entre toque marineros, art déco, y sillas dignas de un museo arqueológico, tiene como particularidad estar impoluto (impoluto de verdad de la buena) y ser muy luminoso, lo que lo hace especialmente agradable. Las mesas están a una distancia que permite una cierta intimidad (si la gente no es muy bulliciosa), la mantelería, los platos, la cristalería dan sensación de calidad…

El personal. Mira tú, que nos llega un señor moreno de playa, calvo, con una sonrisa digna de un anuncio de dentífricos (me pregunto si mi amigo Carlos no lo patrocina), y una corbata vistosa (yo la definiría de otra manera, pero esto es un blog gastronómico no el Yo Donna). Amable, expansivo, nos cuenta su vivencia madrileña y nos engatusa para que hagamos gasto religiosamente. Resulta los que me han traido son sospechosos habituales, que este simpático señor junto con dos hermanos es el dueño, así se explican muchas cosas (menos el color de la corbata). Los camareros son más majos que las pesetas, no dan la vara, y están cuando tienen que estar, cosa difícil en estos tiempos.

El comer, empezamos con un aperitivo de la casa, una ancho sobre pan tostado y tomate (pan anb tumaca que dicen los catalanes)… una anchoa, UNA!!!!, y la verdad es que no especialmente fantástica, a la cual atravesaba una especie de, no sé, cochinada de dudoso color. La mezcla hay que reconocer que esta conseguida, y que para un entrante para acompañar el vinillo es resultón, pero lo he visto mejor.

Pasamos a una ración de pulpo gratinado sobre cama de patata y salsa holandesa, básicamente un trozo de patata cocida, pulpo por encima y una capota de all i oli. Muy rico, el conjunto de sabores está muy logrado, aunque para mi gusto el jo mata un poco a lo demás, y además en mi caso y el de otra persona, el pulpo era algo correoso (a causa del corte posiblemente).

Luego una ración de sepia (sepionet, pone en la carta) en su tinta con habitas… la presentación elegante y moderna (véase la foto), la textura era fantástica (estaba en su punto justo de cocción) y la mezcla era sabrosa.

Pasamos al plato fuerte, una fideua! Realmente muy rica, en su punto justo de cocción (los fideos pinaos y todo) Normalmente ponen fideos como espárragos “cojonudos” aquí le las apañan con los finos (no los de caldo, hombre) y tiene su mérito. Con sus gambas, cigalas y almejas. Todo perfecto. Sólo que yo personalmente, en un restaurante elegante tener que pegarme cubiertos en mano con el marisco me escama. La cantidad estaba la justa para los cuatro, no hacía falta más (ni menos). La concentración de sabor era la correcta (no parecía un “cubito de Maggi” según Carlos), muy rica, pero sigo prefiriendo una buena paella.

Los postres, triunfamos los dos borrachos al pedir un sorbete de limón con vodka, otro se contentó con melón y chocolate negro (después de terminarse toda la insulina de la zona) y la señorita optó por un hojaldre helado (con chocolate negro caliente). En mi obtusa memoria solo tengo el sorbete… magnífico, digestivo, fresco, sabroso, borracho, con una bolita de helado de no se qué (tenía dos componentes, seguro).

Para bajar eso, dos botellas de Gressamí, un blanco de Penedés, sin crianza, muy fresco, aromático, untuoso y con notas cítricas… recomendable, yo no lo había probado, me recuerda a ciertos vinos blancos de Alsacia (quizás por las uvas que se emplean como la Gewürztraminer). La carta era decente, por lo menos por el tamaño, pero dejamos a un riojano escoger (se le supone saber, como el valor en la mili).

Luego los cafés y licores, orujo para los señores, Limoncello para la señorita… te dejan la botella sobre la mesa, un detalle. Además, otra cosa, no te echan a patadas, no doblan el turno, cuando llegas la mesa es tuya, y te vas cuando quieres. Un toque de clase.

Conclusión: Un sitio para volver a pasarse, donde los reyes son el arroz y el pescado (eso se deduce de leer la carta y ver pasar uno a banda para otra mesa), con un trato fino y amable, y con unas sillas no aptas para señoritas con falta o señores con pantalón corto. Buen lugar para una comida tranquila, y poder salir satisfecho de la elección.     

REY DON JAIME (Onda)

Nombre: Restaurante Rey Don Jaime

Dirección: Calle del Cramista Mundina, 15  - 12.200 Onda (Castellón)

Teléfono: +34 964 770 929

Web:  

Día: 5 de junio de 2010

Motivo: Comilona de amigos.

Número de Personas: 5

Capacidad: 40

Servicio: 5,90 Comida: 6,40 Nota media: 6,15

Precio Total: 23,00 € IVA INC Por Persona: 115,00 €

Comentario:

Bueno, después de no se cuanto tiempo metido en la C.N de Ascó, me voy de turismo a Onda, en Castellón, con la malsana intención de conseguir que el Ilmo. Sr. D. Salvador Mompelt me lleve a degustar una paella de esas que hacer furor…

Después de no haber reservado en el sitio que se supone que es el “non plus ultra”, y después de haber fallado en el primer tugurio, llegamos a este a eso de las tres y media, con serias dudas sobre si todavía tienen la cocina abierta (¡McDonals es el último recurso!)

El local esta fresco, cosa que se agradece por esos lares de Dios, tiene un aspecto de ser de esos de toda la vida, diseño años 80, pero muy limpio y cuidado. La barra a la entrada, junto con un expositor (donde debería haber pescado, y hay ¡botellas de vino!) Nos sentamos a la mesa, mantel de los de verdad, cubertería buena… pinta bien.

El servicio, en el mejor de los casos correcto, nada fuera de lo normal por ese precio (ni bueno ni malo), un poco despistados a la hora de cobrarnos, y teniendo en cuenta que no había cantidades ingentes de personas esperando la cuenta, es un poco delito… por lo menos, eran majos y educados.

Pedimos unos entrantes, luego paella y un solomillo (hay gente con alergia a los bichos que salen del agua muy a su pesar).

De los entrantes sólo voy a comentar las setas a la plancha, por que lo demás, pese a estar más o menos bueno era “estándar” (queso y otras mandangas)… la setas eran protocósmicas (no busquéis esta palabra en el diccionario), ostentoeas y prosopopéyicas (que diría Jesús Gil). Con una salsa muy fina, bastante especiada, que le daba un plus al plato. Merece la pena pedirlo, de verdad.

El solomillo, poco hecho tirando al punto, una ración correcta, pero nada espectacular. Lo bueno, el arroz, de todas las opciones que nos dieron (negro, marinero, con bogavante, de verduras…) escogimos una poco habitual, de sepia y alcachofa… decir que estaba buena es poco, estaba “cojonuda”, servido en la paella de diámetro adecuado, profundidad perfecta y cucharas de palo para comer directamente de ella. El arroz tenía un color espectacular, una textura fina, y los granos no estaban nada apelmazados. Los trozos de alcachofa estaban muy bien cortados, del tamaño justo, deshaciéndose en la boca donde dejaba todo su sabor. La sepia estaba perfecta, muy muy tierna. Incluso había un finísimo “socarrat”, más bien un caramelizado en el fondo… ¡manjar de dioses!.

El vino, de una carta no muy extensa la verdad (pese a lo que pone en ciertas páginas web) sólo pudimos tomar Viña Sol (cada elección tenía la respuesta de “lo siento, no nos quedan de esas”, lo cual es frustrante), un blanco de la casa Torres (notas frutales y fina estructura ácida), que esta bueno, pero desde luego no estaba a la  altura de la paella.

Los postres, una selección de postres caseros, más o menos larga, pero nada memorable… El café, bien, por lo menos el solo con hielo.

Conclusión: por el arroz y las setas merece la pena volver, aunque sólo sea por coleccionar los sabores de las distintas paellas, y por 23 € (incluida propina, que nunca pongo este apartado) no es nada caro.