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Mi Capricho

CAFE DES ALLES (Montelimar - Francia)

CAFE DES ALLES (Montelimar - Francia)

Nombre: Cafe des Allees

Dirección: 33 Boulevard Desmarais – 26.200 Montelimar

Teléfono: +33 (0) 475 52 32 59

Web:

Día: 2 de abril de 2011

Motivo: comilona de amigotes.

Número de Personas: 4

Capacidad: 90

Servicio: 6,60 Comida: 6,40 Nota media: 6,50

Precio Total: 158,60 € IVA INC Por Persona: 39,65 €

Comentario: Bistrot de esos que hay a montones en Francia, pero en bien montado, y con ganas de agradar al cliente… de esos que intenta engancharte para que regreses de vez en cuando. Y se nota, por que lo consiguen.

Empezaremos metiéndonos con el entorno natural, es decir, una avenida en el centro de un pueblecito llamado Montelimar, que la verdad sea dicha, está bien cuidada, con su parquecito, y todo el tinglado. El concepto de coche (a menos que vivas allí) es casi imprescindible, pero se puede aparcar razonablemente bien sin dar demasiadas vueltas. Ojo, que hay parquímetros. Se hace notar que hay varios sitios como este, todos en fila, y todos con terrazas amplias (en nuestra factura figura la mesa 62).

El local es amplio, parte de los asientos están sobre sofás corridos, la iluminación es agradable (de noche incluso íntima), y los baños están separados… gracias!.

El servicio… lo mejor del sitio, majetes, rápidos, y están a la que salta, por lo que controlan razonablemente bien el local y la terraza. Hay unos cuantos camareros (en España se hubiesen apañado con menos gente posiblemente) y eso hace que a veces haya un cierto “desnivel” a la hora del servicio. Tenemos que decir, no obstante, que parte del peloteo vienen de que fuimos con un cliente VIP, el bueno de Román. Como dije al principio hacen el esfuerzo de intentar engancharte al restaurante a base de pequeños pero elegantes detalles.

Empezamos con los que los franceses llaman “l´apero”, dícese en castellano ¡los vermús!. Según la factura 4 martinis rojos y 12 ricards (anisete pastoso que produce unas resacas monumentales) pero creo que fueron un par de rondas más las que fueron a morir a nuestro paladar por obra y gracia de los del servicio. Como tapa, si se pude calificar como tal, unas dignas aceitunas aliñadas y cacahuetes… no es mucho, pero conozco sitios en España donde si eso.

Debido a la hora, al solete que nos calentaba la cabeza (no había toldos todavía) y el efecto del “apero”, optamos por calzarnos un plato más o menos grueso cada uno. Hay que decir que la carta es corta, repartidas en entrantes (ensaladas básicamente), pasta, carnes, pescado (o asimilables) y postres…

Nos decantamos por una de “bavette de beau”, un entrecot del mismo tipo de bicho, una de raviolis al cangrejo de río, y una de salmonete… en el siguiente orden, para Román, mi ilustre persona Tano y Aleix.

La “bavette” es una pieza que es la parte baja del solomillo del buey, por que no te pierdas, los franceses diseccionan al bicho es más cachos que los argentinos. En este caso servida al punto, tirando a sangrante, rodeada de una montaña de patatas congeladas convenientemente fritas y bañada en salsa de pimienta. Según el comensal (supongo que sin hacer publicidad al garito de sus amigos) dijo que estaba tierna, eso si dejo parte de las patatas.

El entrecot era un cacho respetable de carne tierna, sangrante, y sabrosa… acompañada de patatas (de congelador, una pena) y de lechuga (con una salsa densa y picajosa que quedaba muy bien). En pro de mi dieta hipocalórica tenía un trozo de mantequilla salada encima, que la verdad le terminaba de dar el puntillo de sabor.

Los raviolis… curiosamente sabían a cangrejo de río, cosa que no muchos consiguen. Una ración decente, especialmente para el comensal que come como un pajarito, pero que comparada con otros platos, quizás un poco justa. La pasta estaba “al dente”.

Y el salmonete estaba bañado en una salsa de dudosa apariencia, acompañado de verduras variadas y un “flan” de puré y calabaza. El pescado estaba en su punto (ni muy ni poco hecho) las verduras tenían un aspecto de frescas que se morían y el flan estaba razonablemente bueno (especiado por cierto). No quedó nada en el plato, doy fe.

Para bajarlo un vino de la tierra, uno de la D.O de Côtes du Rhöne, llamado Seigneur de Lauris, del 2007, que tiene un bonito 92 en la guía Parker… Potente y complejo en boca, dejando de por medio sabor a compota de frutas y algo de madera, que se te queda en el paladar. Es un buen vino para carne.

Pasamos de postre y asaltamos el café y los licores, unos de manzana que levanta muertos, y cognac. Correctos sin más… eso si digestivos de verdad.

Respecto del resto de la carta, que no probamos en esta ocasión si no en posteriores. Las ensaladas tienen una pinta de ser cuando menos potentes y sabrosas, bien servidas (con hambre no quedarás), el steak tartar hecho por ellos es suave, rico, no demasiado especiado… y detalle de clase, cortado con cuchillo como Dios manda. La choucroute espanta. Esta rica pero tiene dos peros, uno es que el plato es demasiado pequeño para la cantidad, y el segundo es que el codillo no les termina de quedar bien.

Conclusión: un buen sitio, no especialmente caro (en cuanto le quitas el exceso de alcohol se queda en 27 €/persona), con opciones a menús (muy recomendables), con un trato cercano y una comida razonablemente buena.

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