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Mi Capricho

CASA NAVARRO (Pámanes - Cantabria)

Nombre: Restaurante Casa Navarro

Dirección: Bº La Lastra, 66  -  39.718 Pámanes (Cantabria)

Teléfono: +34 942 528 232

Web: www.restaurantecasanavarro.com    

Día: 20 de julio de 2010

Motivo: Comilona trabajo.

Número de Personas: 7

Capacidad: 40

Servicio: 5,80 Comida: 6,90 Nota media: 6,35

Precio Total: unos 250 € IVA INC Por Persona: 35 €

Comentario:

Bueno, después de una de esas reuniones que se hace eterna, y antes de otra que va a ser del mismo calibre nos llevamos al “enemigo” a degustar varias de las razones por las cuales España es una potencia gastronómica a nivel mundial.

Nos vamos a un clásico en Cantabria, Casa Navarro, en el pueblecito de Pámanes. Ahí, en la carretera nos encontramos con un edificio de cuatro alturas, de las cuales tres están ocupadas por el restaurante. Un edificio con los bajos de piedra, balcones cerrados de madera (estilo arquitectónico típico de aquí) y paredes enlucidas. Entramos en el bar, donde hay un cierto seguimiento del Tour de Francia, mientras unos le dan a la caña/tapa y otro atacan al vermú. El local es cálido por los colores, la iluminación y el uso de la madera con profusión, lo cual hace que la entrada a la mesa sea agradable, y de una sensación de razonable bienestar antes de empezar con el atracón. Al fondo hay una serie de botellas gran formato, de las cuales llama la atención un Macallan 18 años de 1,5 litros… ¡menuda sobremesa promete!

El entorno, por cierto, es bastante bonito, y hasta tiene algo parecido a un aparcamiento enfrente, que no cubre las necesidades en caso de lleno ni por asomo.

A la mesa, que para eso esta este blog… el servicio, la verdad es que nada del otro mundo, es correcto pero no sobresale por nada en especial, como mucho la gracia de enseñarnos un rape fresco por eso de intentar vendérnoslo (todos fuimos a por carne, pero como uno pidió que se enseñase el bicho, igual alguien cambiaba de idea). Así que correcto, pero seco, sin gracia y lento (tampoco había una horda de gente que lo justificase).

Pedimos, como es costumbre cosas para picar, y luego un plato principal por cabeza. Dejamos que el jefe en su infinito conocimiento gastronómico nos guiase en el tema de los entrantes, de hecho el “enemigo” cerró el panfleto y se dejó llevar… y fíjate tú, que acertamos y todo.

Antes de empezar, como detalle, nos pusieron a cada uno una rodaja de tomate casero, con aceite de oliva y una pizca de sal. Supongo que para hacernos empezar ya con el vino los muy pilluelos…

Jamón de bellota Joselito (100 gr por ración)… cortado finito, finito, muy rico, con las vetas de grasa bien entrecruzadas con la carne del puerco, de color rosácea y consistencia blanda y untuosa siendo la carne entre rojo y púrpura. La grasa se funde la rozarse con los dedos la pieza. Tiene un aroma equilibrado, intenso y con infinidad de matices. El sabor es suave, delicado, ligeramente dulce; la grasa se funde en el paladar dando una jugosidad notable al conjunto. No me extraña que sea considerado uno de los mejores del mundo, y que tenga una producción limitada.

Luego los fritos, que eran un mix de rabas, croquetas de jamón (o concretas como dicen algunos), morcilla de Burgos y chorizo frito. Las rabas estaban bien por que el calamar era muy fresco, muy tierno, pero no eran nada especiales. Las croquetas estaban muy conseguidas, casi a nivel de croquetas caseras de verdad, la masa estaba bien estructurada, fina, con un jamón suficientemente bien cortado como para  permitir una mezcla homogénea en toda la pieza. La morcilla estaba rica pero tampoco era destacable. El chorizo estaba mejor que el otro embutido, rico, en su punto de sal, aunque para mi gusto uno picante hubiese sido mejor, por eso del contraste. No dejamos nada en los platos, así que el resultado es bueno (o se le presupone).

La almejas a la marinera, con una salsa especialmente rica, con un toque de ajo curioso (fuerte y delicado a la vez), que resaltaba el sabor del molusco en cuestión(los “barcos” asolaron los platos donde se sirvieron las almejas). El bicho estaba rico, se nota que es freso el material que emplean en el restaurante, de un  tamaño decente (nada fuera de lo común) y con la cocción justa… ricos, ricos que diría cierto vascuence.

Empezaremos los platos principales por los callos, una de las especialidades de la casa, servidos en fuente de barro (por eso de dar sensación de casero, y de mantener la temperatura de lo cocinado), me parecieron una ración exigua, sobre todo teniendo en cuenta que no tenían acompañamiento. La cara de satisfacción del comensal indica que estaban buenos, la salsa tenía a simple vista la consistencia adecuada y el color denotaba el uso de buen pimiento, tomate y pimentón. Consiguieron además esa gran hazaña que sólo los callos de mejor estirpe pueden conseguir… colocar tres “medallas” en el centro de la camisa del comensal, pequeñas, discretas y elegantes.

Las costillas de lechal que realmente eran de lechazo, hubo una cierta una discusión metafísica entre el solicitante y la que tomaba nota en referencia a si eran de lechal o de lechazo… por que hay diferencias entre unas y otras, ya que el lechazo es un estadio del bicho y el lechal otro (previo por cierto), tenían aspecto de ricas, por que el solicitante no dejo más que el hueso de las costillas, con un color bonito, un punto de braseado adecuado, jugosas y de buen sabor . El acompañamiento, el estándar, patatas fritas (caseras). Una ración adecuada en cuanto a tamaño, tirando a grande, lo cual se agradece por que normalmente no se estiran mucho.

Solomillos, no voy a hablar del que pidieron muy hecho (y que volvió a la plancha para rostizarse un poco más) por que me parece una herejía digna de la hoguera (pero como estamos en tiempos del talante, las civilizaciones y España ha ganado el mundial, hay que respetarlo todo), me concentraré en los solicitados poco hechos con queso. Preguntando a uno de los comensales el incomparable Diego, rico, pero al punto en vez de poco hecho… gran fallo, por que no es algo que se pueda deshacer, si te quedas corto a la plancha otra vez, pero pasarte con este tipo de piezas es un desastre. La salsa estaba buena, muy fina, no mataba el sabor del producto principal. La cantidad digna de un buen comedor de carne, el medallón era bastante decente, y el acompaño a base de patatas fritas y pimiento no se quedaba atrás.

El chuletón… hay dos opciones, una “infierno” que es especialidad de la casa y otra a la plancha, optamos por esta última, un “enemigo” foráneo que no sabía donde se metía y yo. 1400 gr de carne (y hueso, y grasa). El chuletón viene cortado en rodajas, hecho a la brasa, preparado a darle el toque final a la piedra. Poco hueso, grasa concentrada con una vetas fácilmente eliminables… sólo hay un problema, ¡no hay piedra!, la excusa es no llenar el local de humo/grasilla. Por lo tanto la temperatura de la carne al degustarla no es la ideal. En cuanto a presencia, imponente, roja oscura, con la grasa bien torradita. En cuanto a sabor, estupendo de verdad, muy tierna la carne, casi mantequilla, efecto que se hubiese conseguido si el cuchillo fuese un poco mejor. El punto de sal, clavado, no hace falta añadir ni un gramo, las patatas caseras y el pimiento verde dan el toque de gracia al conjunto (vienen servidas a parte). Excepcional (no llega al nivel de los Tojos, pero la aproximación es buena).

Postres, una tarta de queso, que tenía buen aspecto pero que no fue finiquitada por el comensal, así que supondremos que normalita por no decir mediocre. Y brazo de gitano, una especialidad… el gitano estaba borracho cuando le cercenaron el miembro, con una crema pastelera rica y ligera en el su interior (casi una mus cuajada), para mi gusto le faltaba personalidad, y estaba servido demasiado frio, una pena.

El vino, un Ondarre reserva del 2004, pedido en botella magnum. Un vino cuya base es la uva tempranillo del 2004, es decir, de una cosecha excelente (de las mejores en los últimos años según los que saben), que se ha pasado 16 meses en barricas de roble francés y americano. Tiene un color rojo cereza cubierto, el aroma es fresco y equilibrado, y en la boca se muestra sabroso, bien estructurado, largo y limpio. Un acierto, por que marida muy bien con todo lo servido para comer. La carta es, por cierto, digna, corta pero potente en algunos aspectos (hasta hay un Vega Sicilia dando tumbos por ahí).

Cafés… pues que voy a decir de los típicos medianos, cortados, cafés solos… que son los típicos, por lo menos el mediano que me pedí yo.

Conclusión: el restaurante esta bien, pero no se sale de madre, y desde luego no justifica especialmente el precio (que en este caso es orientativo por que pago alguien que no era yo, y no accedí a la cuenta), la carne es buena, el jamón un vicio, pero por lo demás, decente con toques de calidad por el producto base. El servicio corriente, nada esmerado. Yo por principio no repetiría, si no es comida de empresa reembolsable.    

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