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Mi Capricho

LA CASONA DEL VALLE (Reocín)

LA CASONA DEL VALLE (Reocín)

Nombre: La Casona del Valle

Dirección: ctra.CA-353 s/n - 39.539 (Villapresente) Reocín

Teléfono: +34 942838352

Web: www.lacasonadelvalle.com

Día: 7 de enero de 2012

Motivo: reunión de amiguetes.

Número de Personas: 5

Capacidad: 16 + 90

Servicio: 8,00 Comida: 7,70 Nota media: 7,85

Precio Total: 42,00 € IVA INC Por Persona: 210,00 €

 

Comentario: Bueno, haciendo caso a una amiga nos presentamos en este garito, más bien una antigua casona transformada en hotel y restaurante.

Según figura en su página web, es de cuando Franco no era ni corneta, de 1.764, ahí queda eso. O sea, una casona de esas de piedra, muy bonita, con un jardín de lo más majo, una terraza que en verano debe ser estupenda para el gintonic de rigor y, como complemento modernista, hasta algo parecido a un aparcamiento.

Lo del aparcamiento es un detalle, porque la zona no es de esas que invite a ello, y además esté “rodeada” de puntos estratégicos para picoletos y otros maleantes.

Como única crítica al entorno podemos decir que hay que tener cuidado al subir/bajar las escaleras de madera (antiguas traviesas de ferrocarril, o eso parecen) los días de lluvia… porque resbalan que te mueres. De hecho uno se dejo la nalga derecha, por no decir otra cosa más soez. De todas formas, parecen gente seria, así que tendrán un seguro, tranquilos todos.

El interior cumple las expectativas (ver fotos en la web), los baños están limpios y el comedor pequeño resulta de lo más coqueto. Aunque la música no pega siempre con el ambiente rústico pero elaborado de la estancia (el reggaetón, pues va a ser que no), pero por lo general el volumen es lo suficientemente bajo como para dar ambiente, pero no para molestar.

En el apartado servicio… muy bueno, con detalles de calidad que se ven poco a menudo. Te sirven la copa una y otra vez, sin que tengas que pedir, lo cual demuestra dos cosas, que son atentos, y que son listos, donde va una botella, van dos, está claro (y no van más porque hay que ir en coche). Te cambian el plato a cada servicio, incluida la cubertería aunque este limpia. Sirven los platos con gracia, ¡no estorban!, y además son educados.

Y eso de que salga el cocinero… pues queda bien, que queréis que os diga. Si además se interesa por lo que le dices, y acepta con deportividad las críticas constructivas, pues como que te vas a gusto.

En cuanto al vino… un verdejo, ligero pero aromático, de color muy pálido, una auténtica delicia. ¡Dos botellitas!

En cuanto a la comida, lo de siempre, una ristra para compartir y un plato, más o menos contundente, para cada uno.

Primero, mientras te toman nota, y te hacen esperar los entrantes, te proponen un “mise en bouche” que dicen los gabachos… una sopita de tomate, y un poco de queso, presentados en porciones individuales en plan coqueto.

Primer plato a compartir. Una “tempura de verduras al dente”, pues como su nombre indica una serie de verduritas (léase zanahoria, tomatitos, y similares) hechos en tempura. Muy conseguido, crujiente, y rico. A los amantes de la sal les parecerá quizás un poco flojo, pero creo que así está mejor, ya que se aprecia el sabor de la verdura que la gracia del invento.

Una de “queso de cabra fundido, con manzana, tomate al orégano y reducción de vinagre balsámico”. En un plato, ves una loncha de queso de cabra (de magnas proporciones, y calentito de verdad) y debajo apilados con cierto orden los otros ingredientes. Fácil de dividir y servir (y eso que yo soy un patoso). Fácil para sacarle los aromas. Esta rico, pero quizás me esperaba más, no se…

Fuera de carta, gran invento, unas “almejas a la marinera”… muy ricas, se nota que eran frescas, con una salsa ligera que no enmascaraba el sabor del molusco.

Todos los platos compartían una presentación muy cuidada, limpia. Lo cual es un sinónimo de un cierto mimo en la cocina, y ayuda a hacerlos entrar, primero se como con los ojos, siempre. Las raciones medidas, si son para uno (porque te apetece comer dos platos, por ejemplo) buenas, para compartir justitas para dejarte el hueco para el plato.

De segundos, tres carnes, dos pescados, todo distinto, pero como en el caso de los entrantes, una presentación muy esmerada.

Una de “calamares rellenos de cachón, compota de cebolla y pisto Manchego”,
tal y como quedó el plato podemos deducir que estaba bueno. La presentación
desestructurada, el pisto por un lado, la compota por el otro, y en medio el
calamar, visualmente atractiva, y que permite mezclar los sabores a gusto del
comensal.

Una de “merluza a la plancha con panadera y pimientos rojos asados”, según mi criterio el triunfo, una pinta espectacular, la merluza exquisita, muy muy lograda, sobre una cama de patatas a la panadera y pimientos (vale que no es el colmo culinario, pero unas panaderas bien hechas tienen su miga, ioga Ud.).

Una de “solomillo con aro de tramezzini y ragout de setas y parmesano”, la carne era mantequilla, muy conseguido el punto de cocción (a mí me gusta que muja, aviso). No probé el acompaño, pero el plato quedo limpio, no hay duda de que estaba bueno. La presentación interesante y la cantidad adecuada para ese plato.

Una de “cochinillo asado y deshuesado con chutney de mango”, un palto que merece la pena probar. El cochinillo no tenía pinta de serlo, al deshuesarlo lo compactan en un molde y le pegan el calentón subsiguiente. El mango le da un gracejo de lo más interesante. Por cierto, tuvimos que preguntar que era el “chutney”, que resulta ser una especie de mermelada especiada.

Y por último, mis “carrilleras de cerco con espuma de patata”… mi cara fue un poema según los comensales. En cuanto al sabor, magnífico, la carne estaba simplemente espectacular, la espuma de patata era (a mi humilde opinión) un puree de patata muy refinado (la textura era muy suave y cremosa). La presentación, como todo, inmaculada. Problema… eso no era una carrillera, no llegaba ni a moflete de tierno infante.

Los postres, cada uno se cogió algo distinto, y triunfamos como la coca-cola. Un “negrito caliente con crema helada”, una de “texturas de chocolate", una “deconstrucción del tiramisú a mí manera” y una “copa de helado”… alucinantes, el negrito era un pastel de chocolate con el fondant dentro, con un helado que hacía de perfecto contraste; las texturas una mezcla de variedades de chocolate, presentadas de diversas formas; el tiramisú que no era un tiramisú pero que sabía a tiramisú, y el helado casero de plátano…

Como hicimos la crítica al cocinero de las carrilleras, nos completó con unas bolas de helado de uva (muy rico, y con mucho mérito, porque es un sabor difícil de sacar), unas tarinas de crema de fresa (muy suave y tenue el sabor, deliciosas) y una galleta ultra fina para acompañar al café.

Propuesta de chupitos por parte de la casa… 12 días más tarde no recuerdo, pero el orujo blanco tiene la pinta de ser el seleccionado por mí ilustre persona.

Conclusión: un sitio de lo más recomendable, se come muy bien, el servicio es de lo mejor que he visto en tiempo (y mejor que el de sitios más caros), la atención del cocinero y el detalle de intentar compensar lo de la carrillera un plus, eso sí, no lo regalan, e incluso tuvieron un detalle que no me hizo gracia en este aspecto,
cobraron el aperitivo que te ofrecen en plan detalle mientras esperas, cosa que
creo que no se debe hacer, o bien avisarlo. En cuanto a la relación calidad-precio,
muy buena.

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