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Mi Capricho

Cantabria

CASA NAVARRO (Pámanes - Cantabria)

Nombre: Restaurante Casa Navarro

Dirección: Bº La Lastra, 66  -  39.718 Pámanes (Cantabria)

Teléfono: +34 942 528 232

Web: www.restaurantecasanavarro.com    

Día: 20 de julio de 2010

Motivo: Comilona trabajo.

Número de Personas: 7

Capacidad: 40

Servicio: 5,80 Comida: 6,90 Nota media: 6,35

Precio Total: unos 250 € IVA INC Por Persona: 35 €

Comentario:

Bueno, después de una de esas reuniones que se hace eterna, y antes de otra que va a ser del mismo calibre nos llevamos al “enemigo” a degustar varias de las razones por las cuales España es una potencia gastronómica a nivel mundial.

Nos vamos a un clásico en Cantabria, Casa Navarro, en el pueblecito de Pámanes. Ahí, en la carretera nos encontramos con un edificio de cuatro alturas, de las cuales tres están ocupadas por el restaurante. Un edificio con los bajos de piedra, balcones cerrados de madera (estilo arquitectónico típico de aquí) y paredes enlucidas. Entramos en el bar, donde hay un cierto seguimiento del Tour de Francia, mientras unos le dan a la caña/tapa y otro atacan al vermú. El local es cálido por los colores, la iluminación y el uso de la madera con profusión, lo cual hace que la entrada a la mesa sea agradable, y de una sensación de razonable bienestar antes de empezar con el atracón. Al fondo hay una serie de botellas gran formato, de las cuales llama la atención un Macallan 18 años de 1,5 litros… ¡menuda sobremesa promete!

El entorno, por cierto, es bastante bonito, y hasta tiene algo parecido a un aparcamiento enfrente, que no cubre las necesidades en caso de lleno ni por asomo.

A la mesa, que para eso esta este blog… el servicio, la verdad es que nada del otro mundo, es correcto pero no sobresale por nada en especial, como mucho la gracia de enseñarnos un rape fresco por eso de intentar vendérnoslo (todos fuimos a por carne, pero como uno pidió que se enseñase el bicho, igual alguien cambiaba de idea). Así que correcto, pero seco, sin gracia y lento (tampoco había una horda de gente que lo justificase).

Pedimos, como es costumbre cosas para picar, y luego un plato principal por cabeza. Dejamos que el jefe en su infinito conocimiento gastronómico nos guiase en el tema de los entrantes, de hecho el “enemigo” cerró el panfleto y se dejó llevar… y fíjate tú, que acertamos y todo.

Antes de empezar, como detalle, nos pusieron a cada uno una rodaja de tomate casero, con aceite de oliva y una pizca de sal. Supongo que para hacernos empezar ya con el vino los muy pilluelos…

Jamón de bellota Joselito (100 gr por ración)… cortado finito, finito, muy rico, con las vetas de grasa bien entrecruzadas con la carne del puerco, de color rosácea y consistencia blanda y untuosa siendo la carne entre rojo y púrpura. La grasa se funde la rozarse con los dedos la pieza. Tiene un aroma equilibrado, intenso y con infinidad de matices. El sabor es suave, delicado, ligeramente dulce; la grasa se funde en el paladar dando una jugosidad notable al conjunto. No me extraña que sea considerado uno de los mejores del mundo, y que tenga una producción limitada.

Luego los fritos, que eran un mix de rabas, croquetas de jamón (o concretas como dicen algunos), morcilla de Burgos y chorizo frito. Las rabas estaban bien por que el calamar era muy fresco, muy tierno, pero no eran nada especiales. Las croquetas estaban muy conseguidas, casi a nivel de croquetas caseras de verdad, la masa estaba bien estructurada, fina, con un jamón suficientemente bien cortado como para  permitir una mezcla homogénea en toda la pieza. La morcilla estaba rica pero tampoco era destacable. El chorizo estaba mejor que el otro embutido, rico, en su punto de sal, aunque para mi gusto uno picante hubiese sido mejor, por eso del contraste. No dejamos nada en los platos, así que el resultado es bueno (o se le presupone).

La almejas a la marinera, con una salsa especialmente rica, con un toque de ajo curioso (fuerte y delicado a la vez), que resaltaba el sabor del molusco en cuestión(los “barcos” asolaron los platos donde se sirvieron las almejas). El bicho estaba rico, se nota que es freso el material que emplean en el restaurante, de un  tamaño decente (nada fuera de lo común) y con la cocción justa… ricos, ricos que diría cierto vascuence.

Empezaremos los platos principales por los callos, una de las especialidades de la casa, servidos en fuente de barro (por eso de dar sensación de casero, y de mantener la temperatura de lo cocinado), me parecieron una ración exigua, sobre todo teniendo en cuenta que no tenían acompañamiento. La cara de satisfacción del comensal indica que estaban buenos, la salsa tenía a simple vista la consistencia adecuada y el color denotaba el uso de buen pimiento, tomate y pimentón. Consiguieron además esa gran hazaña que sólo los callos de mejor estirpe pueden conseguir… colocar tres “medallas” en el centro de la camisa del comensal, pequeñas, discretas y elegantes.

Las costillas de lechal que realmente eran de lechazo, hubo una cierta una discusión metafísica entre el solicitante y la que tomaba nota en referencia a si eran de lechal o de lechazo… por que hay diferencias entre unas y otras, ya que el lechazo es un estadio del bicho y el lechal otro (previo por cierto), tenían aspecto de ricas, por que el solicitante no dejo más que el hueso de las costillas, con un color bonito, un punto de braseado adecuado, jugosas y de buen sabor . El acompañamiento, el estándar, patatas fritas (caseras). Una ración adecuada en cuanto a tamaño, tirando a grande, lo cual se agradece por que normalmente no se estiran mucho.

Solomillos, no voy a hablar del que pidieron muy hecho (y que volvió a la plancha para rostizarse un poco más) por que me parece una herejía digna de la hoguera (pero como estamos en tiempos del talante, las civilizaciones y España ha ganado el mundial, hay que respetarlo todo), me concentraré en los solicitados poco hechos con queso. Preguntando a uno de los comensales el incomparable Diego, rico, pero al punto en vez de poco hecho… gran fallo, por que no es algo que se pueda deshacer, si te quedas corto a la plancha otra vez, pero pasarte con este tipo de piezas es un desastre. La salsa estaba buena, muy fina, no mataba el sabor del producto principal. La cantidad digna de un buen comedor de carne, el medallón era bastante decente, y el acompaño a base de patatas fritas y pimiento no se quedaba atrás.

El chuletón… hay dos opciones, una “infierno” que es especialidad de la casa y otra a la plancha, optamos por esta última, un “enemigo” foráneo que no sabía donde se metía y yo. 1400 gr de carne (y hueso, y grasa). El chuletón viene cortado en rodajas, hecho a la brasa, preparado a darle el toque final a la piedra. Poco hueso, grasa concentrada con una vetas fácilmente eliminables… sólo hay un problema, ¡no hay piedra!, la excusa es no llenar el local de humo/grasilla. Por lo tanto la temperatura de la carne al degustarla no es la ideal. En cuanto a presencia, imponente, roja oscura, con la grasa bien torradita. En cuanto a sabor, estupendo de verdad, muy tierna la carne, casi mantequilla, efecto que se hubiese conseguido si el cuchillo fuese un poco mejor. El punto de sal, clavado, no hace falta añadir ni un gramo, las patatas caseras y el pimiento verde dan el toque de gracia al conjunto (vienen servidas a parte). Excepcional (no llega al nivel de los Tojos, pero la aproximación es buena).

Postres, una tarta de queso, que tenía buen aspecto pero que no fue finiquitada por el comensal, así que supondremos que normalita por no decir mediocre. Y brazo de gitano, una especialidad… el gitano estaba borracho cuando le cercenaron el miembro, con una crema pastelera rica y ligera en el su interior (casi una mus cuajada), para mi gusto le faltaba personalidad, y estaba servido demasiado frio, una pena.

El vino, un Ondarre reserva del 2004, pedido en botella magnum. Un vino cuya base es la uva tempranillo del 2004, es decir, de una cosecha excelente (de las mejores en los últimos años según los que saben), que se ha pasado 16 meses en barricas de roble francés y americano. Tiene un color rojo cereza cubierto, el aroma es fresco y equilibrado, y en la boca se muestra sabroso, bien estructurado, largo y limpio. Un acierto, por que marida muy bien con todo lo servido para comer. La carta es, por cierto, digna, corta pero potente en algunos aspectos (hasta hay un Vega Sicilia dando tumbos por ahí).

Cafés… pues que voy a decir de los típicos medianos, cortados, cafés solos… que son los típicos, por lo menos el mediano que me pedí yo.

Conclusión: el restaurante esta bien, pero no se sale de madre, y desde luego no justifica especialmente el precio (que en este caso es orientativo por que pago alguien que no era yo, y no accedí a la cuenta), la carne es buena, el jamón un vicio, pero por lo demás, decente con toques de calidad por el producto base. El servicio corriente, nada esmerado. Yo por principio no repetiría, si no es comida de empresa reembolsable.    

ASUBIO (Santander)

Nombre: Restaurante Asubio

Dirección: Daoiz y Velarde, 2 - 39.003 Santander

Teléfono: +34 942 035 238

Web:

Día: 15 de julio de 2010

Motivo: Cena de amigotes.

Número de Personas: 4

Capacidad: 40

Servicio: 6,60 Comida: 7,45 Nota media: 7,025

Precio Total: 90,66 € IVA INC. Por Persona: 22,66 €

Comentario:

En pleno centro de Santander, en la zona de copas, el antiguo “de Bellota” digievoluciona a este garito, de los más interesantes que he probado en los últimos tiempos, sobre todo en el aspecto calidad-precio.

Reconozco que el amigo Javier Ga Somonte se cubrió de gloria ayer al promocionar este sitio. Al Cesar lo que es del Cesar.

Empezamos como siempre por el local. Ubicación para luego hacer el burro, estupenda, para aparcar un asco (hay aparcamientos cerca eso si). Estética, la misma que el anterior, poco ha cambiado. La verdad es que es atractivo si te gusta lo rústico, la madera y el ladrillo, íntimo por el color, la luz ambiental y las dimensiones. De hecho tan íntimo que toca respaldo con respaldo.

Esta dividido en dos plantas, la baja es el bar, donde se puede uno dar un homenaje gastronómico a base de pinchos y cazuelitas, en consonancia con lo que hay a su alrededor, calidad y buena presentación. En la misma planta, al fondo los servicios, limpios y correctos. La planta alta es el restaurante en si, de poca altura, yo casi me dejos los cuernos en la viga (y mido ná y menos), sillas modernas (de plástico duro), mesas de buen tamaño para 4, con un juego de cubertería aceptable. Yo, personalmente lo definiría como agradable… siempre y cuando no seas muy amplio, por que las sillas son para anoréxicos o asimilados.

El servicio, correcto, nada del otro mundo, tienen un toque profesional (aunque luego nos “echaron” de la mesa) que hace que puedas dedicarte a los platos en si. En nuestro caso, el chef, amiguete del Javi, nos atendió estupendamente, recomendándonos platos, vino… Por cierto, el muchacho en cuestión en Nacho Basurto, un fenómeno que tiene más premios que medallas en la solapa John Rambo, que gusta de hacer cocina vanguardista, pero que en este caso ha modernizado platos de la tierra hasta darles un toque hasta juvenil.

El vino, Coto de Hayas Crianza 2006 (luego el mismo pero Roble, por que ya no le quedaban existencias, un fallo bien resuelto). Vino de la D.O de Campo de Borja (Aragón) color rojo rubí intenso, con tonos violetas, intensidad alta, de aromas complejos donde se entremezclan las notas especiadas, tostados y torrefactos con las frutales, en boca tiene un ataque suave, amplio, armónico con el tanino bien ensamblado y amplio postgusto. Excepcional.

Pedimos algo para compartir, y luego un plato principal, eso después de escuchar atentamente a Nacho, que si fuese por él hubiésemos arrasado con la carta, ¡que forma de vender!.

Primero, una torta de queso fundido de la tierruca (según la carta "Torata de queso pasiego fundido, con naranja amarga y aceite de arbequina"), y una de mejillones en salsa. Los nombres de los platos al completo parecen una letanía digna de Ferrand Adriá. La tarta se presenta en un plato hondo, templadita, aromática, y ligeramente especiada. No dejamos ni la pulpa, que resulta que se come por que es natural y no se que hongo extraño le da el sabor particular… pues mira que es cierto y todo lo del hongo. Los mejillones en salsa, los típicos, nada complicados, pero sabrosos, y con una salsa contundente pero algo sosa, posiblemente para realzar el sabor propio de los moluscos. Para mi gusto (y visto como quedaron los platos) una elección acertada. Me quede con ganas de probar los huevos fritos con foi… los sirvieron en otra mesa y tenían un aspecto increíble.

Los segundos, un par pidió lomo de vaca, que es una pieza tierna cuando esta bien hecha, y se nota que el cocinero conoce el despiece, por que es mejor que el solomillo. Los otros dos nos decantamos por machote…

El machote viene servido en cazuela metálica baja (que ayuda a mantener la temperatura del pescado), con una cama de patata, pimiento y cebolla. La cantidad es buena para una cena, aunque para mi gusto el recipiente se queda un poco pequeño cuando te dedicas a “operar” al paciente. Estaba tierno, jugoso y de sabor pronunciado pero delicado, soso otra vez (por cierto) cosa que es solventable con un poco de sal si se quiere. La cama estupenda, es un acompañamiento estupendo.

El tozo de carne ("Lomo de vaca Pinta a la plancha con..."), por que sirvieron un bloque para los dos, tenía un aspecto muy bueno, con unas patatas fritas servidas a parte, siendo una ración contundente para una cena, tierna, se deshace al cortar, y como mandan los cánones, ¡poco hecha!

Nada de postres, aunque al leer la carta particular se ve que están trabajados (o por lo menos el nombre) y que son caseros, lo cual es un plus.

Para terminar, chupitos de orujo, el mejor digestivo. La marca no la recuerdo (los efectos perniciosos del alcohol) pero no era la típica, y se notaba una calidad superior a la media. Hemos de decir, que por necesidades de demanda, nos echaron de la mesa, con razonable arte, y sobornándonos con más orujo.

Conclusión: muy buena comida, servicio decente (como estábamos enchufados por Javi, con atención personalizada del chef), buen vino, local agradable (con unas sillas para anoréxicos) y un precio ajustado… muy recomendable, de lo mejor en calidad/precio que hay por hoy en Santander.

EL RIOJANO (Santander)

Nombre: Bodega del Riojano

Dirección: Río de la Pila, 5  -  39.003 Santander

Teléfono: +34 942 216 750

Web:

Día: 3 de abril de 2010

Motivo: Comida familiar.

Número de Personas: 5

Capacidad: 80

Servicio: 5,95 Comida: 6,50 Nota media: 6,225

Precio Total: 184,25 € IVA INC Por Persona: 36,85 €

Comentario:

Bueno, bueno, entramos en uno de los “templos” gastronómicos de Santander, o esa fama tiene. La verdad es que antaño (Cuando Conan fue rey de Aquilonia, más o menos) era de lo mejorcito, luego se fue a la porra por esa rara costumbre de bajar la calidad y subir los precios que es tan típica de este pueblo.

Ha sido renovado completamente hace poco tiempo (no se, un par de años o tres) por parte del Grupo Cabo Mayor (gestores del Gran Casino), y la verdad es que han hecho un buen trabajo.

El local esta en pleno centro, con lo que aparcar se hace complicado (zona azul y aparcamientos de pago son las soluciones), pero esta bien situado para una cena y luego salir de copas, lo cual es un puntazo.

La entrada da al bar, con la inmensa barra a la izquierda, y unas mesas a la derecha, donde la gente habitualmente se pega unos homenajes con las raciones (nada baratas por cierto), en un ambiente rustico pero muy moderno a la vez, mucha madera, colores cálidos, y un uso muy logrado de la luz. Los baños, tradicionalmente al fondo a la derecha. Por un vestíbulo se llega al comedor, amplio y espacioso, con la misma esmerada decoración, habiendo una distancia decente entre las mesas (tampoco excesiva), y en unos cuantos casos comes en un “sofá” o asimilable, lo cual esta bien, es razonablemente cómodo.

El servicio lentisimo pero correcto, con un par de detalles dignos de recordar, pero que peca de “olvidarse” del cliente cuando les sobra trabajo, lo cual es fácil por el volumen de gente que hay normalmente, pero por lo demás profesional.

Optamos por unos entrantes, y luego, un plato para cada uno, como siempre terminamos picoteando de todos lados…

Empezaré con el vino, un (realmente dos botellas) Muga Crianza 2006, muy muy rico, típico vino tinto de la Rioja, y la calidad de la bodega que no defrauda, un clásico. Color rubí intenso, olor a frutos rojos que tienden al torrefacto, profundo y sabroso en boca. La gracias esta en que para hacer la cata te traen un baso ex profeso de cata, bastante llamativo, en vez de echarte un poco de caldo en tu copa. Todo un detalle del servicio. En cuanto a la carta de vinos, que se puede decir, larga, variada y evidentemente poblada por riojas en su mayoría.

Los entrantes, una de pulpo a la gallega y una de almejas a la sartén. Ambos platos tenían una buena presentación, una cantidad decente, y estaban ricos, especialmente las almejas cuya salta fue brutalmente asaltada por cachos de pan.

Pedimos pimientos rellenos, rabo de buey, unas carrilleras estofadas y solomillo… los pimientos según los comensales eran de lo mejor que habían probado en su especialidad, la salsa exquisita, la textura muy conseguida y la cantidad buena (plato recomendado por varios antes de entrar). Las carrilleras estaban jugosas y sabrosas según el comensal, bien acompañadas. El solomillo no era nada del otro mundo, eso si, el concepto de poco hecho lo tienen claro. El rabo de buey, que lo pedí yo, estaba muy bueno, con una cama de puré de patata más que digna (algo no muy evidente, ya que habían conseguido que fuese fina y sin sabor atroz a tubérculo), la carne se deshace al entrar en la boca, es un plato sabroso, al punto de sal y condimentos, y la cantidad respetable.

Los postres, unas torrijas de sobao, una de tocinillo de cielo, un sorbete de limón, y una mousse de higos. Ninguno conseguido, especialmente por que las torrijas estaban secas, el tocinillo era minúsculo, y la mousse sabía a yogur en vez de a higos.

Conclusión: Local recomendable, sobre todo si no te duele pagar (0.90 € por cada panecillo, 2.20 € por una botella de agua de Solares…), donde estás a gusto, se come realmente bien, y tiene unas posibilidades “juerguisticas” posteriores decentes (teniendo en cuenta que es Santander y no Madrid o Barna)

EL VIANDAR DE VARGAS (Santander)

Nombre: Restaurante El Viandar de Vargas

Dirección: Calle Falange Española, s/n  - 39.008 Santander

Teléfono: +34 942 231 205

Web:

Día: 11 de julio de 2010

Motivo: Comilona antiestrés.

Número de Personas: 1

Capacidad: 30

Servicio: 6,25 Comida: 5,60 Nota media: 5,92

Precio Total: 85,92 € IVA INC. Por Persona: 42,95 €

Comentario:

Esto esta especialmente dedicado a D. Alberto Martínez, por su localización geográfica, por se un valiente que puso una enorme bandera de España que cubría la totalidad del balcón de su casa durante 5 días, en pleno centro de Barcelona…

 

El domingo, fiesta de guardar, para preparar el glorioso partido de la selección española, nos fuimos Juan y yo a comer a un sitio que le habían recomendado… Después siesta, y luego a catar vodka Beluga (en teoría el mejor del mundo) por la supuesta victoria de España, ese era el plan.

 

A partir de las 11 de la noche, ya lo sabemos todos, es historia… ¡Que grande Iniesta!

 

En pleno centro de Santander esta este restaurante que no deja de ser un refrito de uno que hubo antaño en el mismo sitio, y que permaneció cerrado años. La verdad es que la puesta a punto a primera vista parece buena. Como curiosidades están el nombre de la calle, Falange Española, que se note que somos una ciudad seria y sin complejos, y que aparcar es más complicado que salir de la crisis en este país.

 

El local es pequeño, con una entrada discreta, donde hay una pizarra con los platos más interesentes de la carta. Esta dividido en dos secciones una el bar (típico para vermú y tapas) y el restaurante en si. Los retretes y la cocina al fondo. Hay que mencionar que la estética no esta mal, que es limpio, luminoso, no especialmente amplio y si muy ruidoso. La separación entre bar y restaurante es una mampara de nada, con lo que el ruido te llega, además la separación entre las mesas no es el colmo.

 

El servicio, bueno, por lo menos le pone ganas, intenta venderte el producto, y hasta acepta sugerencias y agradece las correcciones (críticas constructivas)… Además el acento eslavo le da un plus.

 

Decidimos pedir unos entrantes y un plato… machote. Mira tú, que como la semana pasada, no hay, así que el plan se va al garete e improvisamos. Cuando le dijimos a la señorita que el machote estaba referenciado en la pizarra de la puerta nos dio una explicación razonable y se fue inmediatamente a arreglar el error.

 

Optamos por una ensalada griega, unas setas a la plancha, como entrantes. La ensalada tenía de griega lo que yo de otomano, demasiado pimiento (sobre todo verde), el queso no era “feta”, eso si la cantidad era buena y te la podías aliñar al gusto, cosa no muy común hoy en día. Las setas estaban bien, aunque me recordaron mucho a las típicas de Carefour, hechas a la plancha con bastante ajo… correctas, pero nada espectaculares.

 

A falta de machote optamos por cogote de merluza, a la plancha, que hay que decir que estaba bueno, jugoso, con su puntito de sal conseguido. La cantidad era buena, pero adolecía de un acompañamiento digno de la pieza, una pena por que hubiese hecho que el plato fuese mucho más interesante. Se debe decir en su favor, que el pescado estaba fresco (o lo parecía).

 

Los postres, una de tiramisú y una de tarta de chocolate, ambas caseras, el tiramisú fue un acierto según el comensal (Juan), la tarta de chocolate no tanto, aunque en teoría estaba borracha (muy según la camarera) pero yo solo recuerdo el sabor omnipresente de la Nocilla (si, ¡Nocilla!).

 

Para bajar la comida nos dimos el gustazo de una botella de Viñas del Vero (Gewürztraminer 2009), un Somontano de lo más digno que hay por ahí en las cartas de los restaurantes, sobre todo atendiendo a la relación calidad/precio. Tiene un bonito color amarillo verdoso con irisaciones doradas (ahí queda eso). Es aromático, floral, envolvente, persistente, sugestivo y rico en sensaciones. En boca es sedoso y aterciopelado. Como sólo tiene 13.5º no te agarras una castaña muy considerable, y frío esta  ideal.

 

Al final, café y chupito de parte de la casa… un vodka con caramelo y un limonchello casero. El vodka rico, engañabobos, entra muy suave. El limonchello con personalidad, y un toque ácido de verdad.

 

Conclusión: La comida esta bien, pero en ningún caso se sale, no es algo que recordaré toda mi vida, y menos es algo que justifique ese precio. No tardará mucho en cerrar si no cambia de táctica, una pena. Eso si, el servicio bueno, y la carta de vinos es simpática y personal (no tira de grandes clásicos), pero tampoco se justifica el sartenazo.

LA CACHARRA (El Astillero)

Nombre: Restaurante La Cacharra

Dirección: C/ San José, 41  -  39.610 El Astillero

Teléfono: +34 942 543 477

Web:

Día: 4 de Julio de 2010

Motivo: Comilona de amigos.

Número de Personas: 2

Capacidad: 40

Servicio: 7,20 Comida: 6,90 Nota media: 7,05

Precio Total: 70,40 € IVA INC Por Persona: 35,20 €

Comentario:

En jornada posterior a la victoria pírrica de España en el mundial, con la correspondiente juerga y borrachera asociadas, quedamos para comer unos cuantos, que al final quedamos en dos valientes que nos levantamos a horas razonables.

Esta vez, y lo hago público y notorio Ana me descubrió un restaurante… normalmente es al revés, cosa que no suele tener mayor trascendencia, y además acertó de pleno. Ya es la segunda mujer que lo hace después de Pizca. Tengo que ir a comer más a menudo con ellas.

El local esta en una de las calles principales del pueblo, cerca de dos estaciones de FEVE, con lo que uno se puede dar un homenaje en toda regla y no tener que volver pensando en picoletos y otros seres de semejante calaña (reconozco que los abnegados agentes de la benemérita me caen bien, pero lo de las multas y los puntos, pues como que no). Así que un punto a favor.

Entramos en el local, que básicamente es un cuadrado, separado en tres zonas, la entrada (un pasillo con los servicios a la izquierda), la barra/cocina, y el comedor en si. Y lo primero que llama la atención es lo bien cuidado que esta, lo segundo, la colección de botellas de vino bebibles y a disposición del cliente, que están en el armario refrigerado con mamparas de cristal, que cumple la función de separación entre la entrada y la sala comedor. Los baños a la izquierda, minimalistas (una baza para cada sexo, y una lavamanos minúsculo entre ambos cubículos) pero limpios. Al fondo la barra, que en vez de un mueble de madera, tiene un expositor, donde se ve la comida que te pueden dar y más botellas de vino, desde ahí se accede al comedor.

El comedor es pequeño, da a la cocina, que esta separada por otro expositor (con más comida), y al fondo tiene otro mueble refrigerado para una cantidad indecente de botellas de vino, quedando una decoración maja, eso si, los muebles parecen de IKEA, y las servilletas son de celulosa, lo que desviste un poco el estupendo conjunto. Otra cosa, las mesas están muy cercanas, por lo que no hay mucha intimidad.

El servicio estupendo, muy atentos, tanto en el momento de servirnos en la barra la caña y rueda estándar, como después en la mesa; se nota que les gusta lo que hacen y que miran por el cliente. Los tiempos de espera ajustados, y el servicio en si (quita y pon platos) correcto, no son como Nacho en su tiempo de extras en las bodas pero casi.

La idea original era un arroz con bogavante, desgraciadamente no lo sirven ya, excepto bajo pedido previo, así que “OOOOOOOOOOOHH!!!!!” tendremos que volver, que pena. Hay que señalar que el arroz caldoso con bogavante se les supone una especialidad.

Así que nos castigamos con el menú del domingo, más un par de detalles de “qualité”. El menú de serie, por cierto, por 15 € es una opción muy buena por su relación calidad/precio. De entrante, después de tardar un rato en leer la carta de entrantes, aperitivos, o similares, pedimos Foi micuit (con un 30% de hígado según el dueño/camareo), luego marmita de bonito y luego una de presa y una de secreto ibérico.

El foi estaba rico, no era de los mejores que he probado, pero por lo menos tenía sus betas de grasa amarillita y todo, lo cual es un detalle por que ves que no es el bloque conformado de los restos foi de la fábrica de turno. Estaba acompañado de una salsa de frambuesa, y un poco de reducción de Módena, lo cual para mis estándares puristas es un crimen.

La marmita, nos traen un caldero bien surtido, las patatas estaban en su punto justo de cocción, el atún desgraciadamente estaba un pelín pasado (pero muy poco, un par de minutos menos en la lumbre hubiese sido lo ideal) y un poco soso para mi gusto (lo cual no es un problema, para eso esta el salero). La verdad es que el sabor estaba muy conseguido, el maridaje entre los componentes del plato era muy bueno.

La presa (cacho de gorrino) hecha a la brasa (más bien a la plancha), estaba en su punto, jugosa y con el toque de sal perfecto, el acompaño (patatas caseras y pimiento verde) muy buenos. La cantidad ofrecida en el plato era suficiente para satisfacer a cualquier varón adulto, El secreto ibérico (cacho de gorrino que está detrás de la paletilla y dentro del tocino, con unas vetas de grasilla que le da ese sabor que le caracteriza) estaba en las mismas condiciones, estupendo.

Para bajarlo pedimos un Más de Leda, Crianza del 2004, consensuado con el dueño que nos hizo de “sommelier”, por que la carta de vinos es más larga que las piernas de algunas top-models de esas… Es un vino muy maduro (18 meses en la barrica) pero que es aconsejable terminar su maduración en botella. Fino en nariz, fruta sazonada, balsámicos, nota cremosa de la madera y lácteos, aromático; en boca: Sabroso, con cierta golosidad, equilibrado, taninos maduros, fresco, paso balsámico (eucalipto) y final con los aromas de la crianza, maderas por integrar. Por 18 €/botella, es un vino de Castilla y León de lo mejorcito.

Como postre una de leche frita, y una de queso fresco con mermelada de manzana. Los dos bloques de leche frita estaban correctos (no se salen) de textura un poco blanda para mi gusto y con demasiada canela. El queso estaba rico, y la compota acompaña muy bien redondeando el sabor del conjunto.

Para terminar café, nos traen un par de recipientes de cristal, uno con café de puchero y uno con leche.

Conclusión: Merece la pena ir, la relación calidad/precio es muy buena, aunque tienen un par de detalles que estropean el conjunto (cobrar el postre a parte, a 4 €/unidad), los sabores están conseguidos, la cantidad es suficiente y el servicio es muy bueno. También hay que hacer notar que la carta, en cuanto a  comida, esta enfocada más a picoteo, ojo con ello.

PUENTE VIEJO (Pielagos)

Nombre: Restaurante Puente Viejo

Dirección: Barrio del Monseñor nº 7  - 39.478 Pielagos (Cantabria)

Teléfono: +34 942 575 402

Web:

Día: 30 de octubre de 2009

Motivo: Comilona de amigos.

Número de Personas: 5

Capacidad: 60

Servicio: 7,15, Comida: 7,50, Nota media: 7,325

Precio Total: 137,82 € IVA INC Por Persona: 45,94 €

Comentario:

 

Segunda vez que el ilustre gastrónomo hace acto de presencia en este garito, esta vez, con la idea (malsana) de destrozarlo con una crítica ácida, pero justa.

Nos plantamos ahí, Nacho, Cani y yo… tres pesos pesados de la gastronomía y el buen comer. Lo primero es conseguir aparcar, que no es evidente, pero dejando los coches en una parcela aledaña apañamos la primera papeleta de la tarde. El sitio, a priori, debe ser bueno, por la cantidad de coches que hay en las inmediaciones, la gente que esta fuera esperando y el bar (y la terraza, que aunque minúscula, es terraza).

Nos decantamos por un rueda, un vermú de solera y un Martini rojo de los de toda la vida. Amablemente nos sirven unas aceitunas (detallito) mientras les indicamos que somos tres y que vamos para comer. Del bar hay que decir que esta limpio, que es el típico de pueblo (eso si, repintado y demás), los baños al fondo a la derecha (tradición) limpios y medio de diseño.

Pasamos al comedor, por cierto, hay que salir a la calle para ir de un sitio al otro… madera (una vigas en el techo que espantan a Dios), mesas razonablemente amplias (aunque un poco justas como tengas que lidiar con un par de chuletones), sillas cómodas, luminoso (excepto unas mesas al fondo, que parecen ganadas a un almacén).

El servicio, bueno, profesional, se nota que llevan años en el negocio, y que saben cuando hacer la pelota, cuando dejarte en paz. Con detalles como cambiar los platos para cada entrante (para no mezclar sabores), como que salga el cocinero (vale, era amiguete)… bien, vamos, que da gusto ver a gente que sabe donde esta y como hacer su trabajo.

Los primeros, en plan pica-pica, almejas en salsa marinera, asadurilla, y ensalada templada con setas y bacalao.

Según Nacho, especialista en el tema, la asadurilla muy rica. Estaba tierna, jugosa, y caliente. Servida en platito de barro (si, platito), una cantidad moderada, pero correcta.

Las almejas estaban calientes, muy calientes, el primer “barco” fue peligroso para el paladar. Muy ricas, en un justo punto de sal, que ayuda a remarcar el sabor del “bicho” en cuestión; servidas también en platito de barro. Las almejas, tengo que decir que no eran el colmo de la espectacularidad, pero como he dicho muy ricas que es lo importante.

La ensalada… realmente era de pasta (espaguetis), con algo de verde (lechuga laminada), algún cacho de seta (escondidos en el fondo) y laminas de bacalao. Estaba rica, el aceite era magnífico por cierto, templadita (que ayuda a dar ese toque) que no caliente, y la cantidad  bien para dos.

Plato contundente, para mi lechazo al horno, para los otros dos chuletón a la piedra.

Me sirvieron un muslo de lechazo, junto con ensalada. La ensalada verde con cebolla, y aliño al gusto, te la ponen en un plato aparte, lo cual esta muy bien, por que te permite maniobrar mejor con el lechazo, y mezclas si te interesa. Estaba muy rico de sabor, quizás, algo seco en un par de puntos, pero tierno y fácil de deshuesar. La cantidad era la buena, no sales rodando, pero si satisfecho.

El chuletón, de medio palmo de ancho (tres cuartos de kilo de carne ya habría sin contar con el hueso), tenía una pinta increíble, jugoso, dorado por fuera, y crudo por dentro, cortado) en lonchas del grosor de un pulgar (perfectamente separadas las piezas. Lo bueno para hacerse a la piedra. Acompañado de patatas y pimientos al horno. Yo sólo digo que solo quedó el hueso (y gracias).

De postre, helado de sobao para dos y Nacho un valenciano… tampoco quedo nada ni en los platos, ni en la copa. Las bolas eran dignas, en plan Regma, pero densas, y con sabor a sobao de verdad. Del valenciano no puedo decir más que el interfecto se relamió (debería de estar bueno, por lo menos en teoría).

Para beber, agua (de Solares, para que Revilluca este contento) y Emilio Moro Crianza del 2006, un Ribera que acompaña bien, y que compite con el Arzuaga, aunque este tiene más cuerpo. Hay que reseñar que tienen una carta de vino más que competente, muchas D.O, variedad en las mismas y sin salirse del tiesto (lo más caro un Vega Sicilia - Valbuena nº 5, por unos 78 €/u)

Conclusión: buen sitio, muy recomendable, para negocios, una buena comida con amigos, eso si, no te tiene que doler soltar la panoja, por que no lo regalan. La relación calidad/precio, me parece buena por que pagas lo que te dan: servicio y calidad.

 

CASA ANTONIO (Santander)

Nombre: Bodega Restaurante Antonio

Dirección: Calle Rubio nº 2  - 39.001 Santander (Cantabria)

Teléfono: +34 942 231 115

Web:

Día: 18 de abril de 2009

Motivo: Cena de amigos.

Número de Personas: 5

Capacidad: 60

Servicio: 6,60, Comida: 7,35, Nota media: 6,975

Precio Total: 99,25 € IVA INC Por Persona: 19,85 €

Comentario:

Este sitio es un autentico clásico de Santander, aunque sea sólo por estar desde hace unos, no se, o más años… cuando yo era niño ya estaba, de toda la vida. Eso si, remozado por el exterior, todo un detalle por que se caía a cachos.

 

Por dentro tiene una peculiaridad y que sólo aprovecha la planta de arriba, que sigue igual que siempre, misma decoración, mismos aires acondicionados, mismos muebles, mismo todo… La planta alta es algo baja (perdón por la contradicción) pero a los que miden más de 1.70 se arriesgan a dejarse la coronilla al pasar por debajo de las vigas. Los baños, están al fondo, a la izquierda, rompiendo la española tradición de la derecha, y son… minimalistas en el mejor de los casos y de acceso un tanto justo por estar al lado de las escaleras que van a la cocina (planta baja). Esto, el local es lo peor, lo que más desanima a consumir.

 

EL servicio, razonablemente atento, sobre todo teniendo en cuenta que tienen que atender a todo el mundo con dos personas, y no es cosa fácil, ya que el tipo de comida es de mucha rotación. Normalmente te colocan en la mensa más pequeña que pueden (estando medio cómodo), esta vez nos pusieron en una mesa de 8… todo un lujo.

 

La comida, nosotros, de forma tradicional, y cuasi religiosa optamos por el menú, que por cierto, esta especificado en un cartel en la puerta de entrada (la que esta junto a la tienda de paraguas, por que la lógica, la central esta cerrada). La razón es sencilla, terminas hasta los ojos de comida por cuatro duros, y puedes probar muchas cosas.

 

El menú se compone de un taco de huevo a la mejicana, un taco al pastor, un taco cochinita pibil, enchilada, carnitas con guacamole, y chiles rellenos, estos últimos acompañados con arroz y frijoles. Cada taco es rico de por si, y la mezcla resulta muy sabrosa. Las carnitas, que deberían ser el plato principal (se supone) son suficientes como para reventar. Y el último plato, como colofón (postre, se podría decir) están los chiles rellenos, que evidentemente se puede repetir (el resto no, curioso)… De lo que se puede repetir también es de la salsa picante, que depende del día pero si cometes excesos, al día siguiente se cumple el axioma de los chiles campana, que pican al entrar y repican al salir.

 

Para bajarlo todo te dan un “beso”, o sea, licor de café con crema… un toque dulce después de las toneladas de picante, bien, bien….

 

Para bajar todo esto, división de opiniones, cerveza rubia (coronita o pacífico) o cerveza negra (negra modelo), según gustos. Opcionalmente se puede pedir sangría o vino. Yo nunca he hecho ni lo uno, ni lo otro, así que no puedo ser justo en una valoración.

 

Conclusión: un mejicano bueno, en el centro de la ciudad, que normalmente esta lleno (y desde hace años) así que por algo será. La relación calidad/precio es estupenda, difícil de superar.

LA CASONA DEL JUDÍO (Monte - Cantabria)

Nombre: Restaurante la Casona del Judío

Dirección: Calle Resconorio nº3  - 39.012 Monte (Cantabria)

Teléfono: +34 942 323 023

Web: www.casonadeljudio.com

Día: 3 de abril de 2009

Motivo: Comida de amigos.

Número de Personas: 2

Capacidad: 100

Servicio: 1,00, Comida: 7,35, Nota media: 4,675

Precio Total: 93,32 € IVA INC Por Persona: 46,66 €

Comentario:

Bueno, como siempre en viernes el bueno de Nacho Cavia y yo nos damos un homenaje, esta vez en la Casona del Judío, que en Santander tiene un cierto nombre.

 

El sitio es una antigua casa unifamiliar, de las de principios/mediados del siglo pasado, reconvertida en restaurante, con sus correspondientes ampliaciones, una de ellas adyacente, y la otra en el jardín, en plan carpa cerrada. El conjunto es bonito, con decoración moderna que complementa bien al estilo antiguo del edificio.

 

La barra del bar, eso si, un tanto “modernista”…

 

Lo serio, critica amable y justa del servicio y la comida. Que se note que en este blog somos gente ponderada y con criterio.

 

El servicio, atento, amable, un poco seco (por lo menos el camarero que nos atendió), razonablemente profesional, pero… con una costumbre muy mala que ya veréis.

 

La comida; empezamos con una ensalada e bacalao con pimientos y aguacate, pensando que sería una ensalada de verdad… ¡pues va a ser que no! Resulta que es una “monodosis de diseño”, que satisfacerla a una sola persona (se le supone) pero no a dos tragaldabas como nosotros. He de decir que estaba muy bien presentada, el detalle de la fresa en el copete estaba muy bien, el sabor delicado y untuoso, la verdad es que rico, rico (Arguiñano TM).

 

Pasamos a una lubina al horno (el servicio nos ofreció varias alternativas de preparación, todo un detalle), que nos presentan en su bandeja de horno. Los comensales hacemos ese glorioso comentario “menos mal que la ensalada era una mariconada, que si no con esto no podemos” por que la verdad es que el pescado era digno, y la guarnición (pese a parecer un poco seca) de patatas panadera no se la saltaba un gitano (que nadie se ofenda).

 

Se llevan la fuente, y nos sirven el planto, me toca cola y a Nacho el resto… de un lomo completo, con su correspondiente guarnición. He de decir que estaba el pescado perfecto, de los mejores que he probado en mucho tiempo, la guarnición rica, pero mejorable (las patatas fueron cortadas con demasiada antelación y pierden). Cuando viene el camarero amablemente a preguntar como nos va, le decimos que bien, que nos preparé el resto que vamos a dar cuenta de él… y nos responde, que en los platos esta todo, toda la lubina entera. Y hombre, muy listos no seremos, pero sabemos diferenciar media lubina de una entera, sobre todo cuando es grande. Creo que nuestra cara de perplejidad en el momento debió ser percibida por el camarero, pero no hizo caso.

 

Podría hacer mofa y sangrado de este incidente, y desde luego es la causa de la baja nota del servicio, por que, que me traten mal, me toca las narices, que me llamen imbécil (por no decir otra cosa), me resulta cuanto menos extremadamente molesto. Si no nos llegan a enseñar la fuente nos hubiésemos ido satisfechos y dando loas y alabanzas del local, peroooo, es lo que hay. Por cierto, nos cobraron 1,2 lubinas… espero una explicación razonable (quizás 1,2 kg de lubina, que no se habían servido en nuestros platos ni por asomo).

 

Postre, un escocés, que tenía aspecto de ser razonablemente bueno y decente, y un pastel de chocolate caliente con corazón líquido. Este pastel estaba rico, y las salsas que lo acompañaban le daban un toque gracioso, sobre todo la de frambuesa.

 

Para bajarlo todo, una caña por cabeza (no se puede comer a estomago vacío) y un Enate blanco – Chardonnay 234 de 2008, espectacular, es ese tipo de vino que invita a pedir botella tras botella hasta la extenueción.

Corolario: buen entorno, con un pescado soberbio, una carta decente tanto para comer como para beber, pero con un servicio deplorable que se cree que el cliente es imbécil. La relación calidad/precio (es caro) es más bien baja, por no decir un robo a mano armada.